Inauguramos hoy este espacio que pretende compartir los magníficos microrrelatos que, en este caso, cuatro creativas escritoras de 3º F han creado a partir de una frase frecuente en el español de Canarias. Esperamos que disfruten estas pequeñas delicias literarias.
Un
día cualquiera de L. L.
Romero
Había
empezado la semana con el pie izquierdo, era nueva en la ciudad, aún
no encontraba casa y su presupuesto era tan ajustado que cabía en
sus pequeños bolsillos. Las cosas no se habían enderezado como le
hubiera gustado, pero iban medianamente bien, hasta ahora nadie sabía
de ella ni de su no tan antiguo yo y, con eso, era suficiente.
Era
viernes, vivía en un minúsculo piso y había conseguido un sencillo
trabajo en una cafetería poco concurrida. La situación parecía
avanzar, hoy era su primer día y se repetía a sí misma que debía
comportarse como la persona normal que era, fue en vano, pues la sola
frase “este café es aguachirri” de parte de un cliente bastó
para que al día siguiente se encontrara viajando a la otra punta del
continente con un cadáver en el maletero y una sonrisa siniestra.
FILOS
Y CADENAS de Mar Pérez García
Por fin en el filo. Ya nadie
me podía decir nada. “¡No te alongues!” me gritaban. Y me
molestaba. ¡Claro que me molestaba! Pero ahora estoy bien, me siento
bien. Ninguna cadena a la que estar atada. Se preocupaban demasiado.
Por eso me deshice de ellas. De todas. Las gruesas, las pegajosas,
las apretadas, las escabrosas. Acabarlas y rematarlas fue lo mejor
que hice. Me intento convencer de ello todos los días. Por eso sigo
en el filo. Esperando. ¿A qué? A quemarme. A arriesgarme. Un último
pensamiento. ¿A quién? ¿A qué? A mi más pesada cadena: la vida.
Y caí del filo. Voluntariamente.
"ANSIAS”
de Noelia Rodríguez Mederos
Esa frase
resonaba en mi cabeza como las campanadas de mi pueblo antes de la
misa, “no te alongues”, me repetía una y otra vez mi abuela
cuando era niña y ahora, a mis veintidós años, me acuerdo de ella.
Miro al cielo y pienso “algún día estaré ahí, con ella”. Los
siete pisos que hay bajo mis pies y los mil problemas que hay bajo mi
piel no ayudan a calmar mis ansias. Cierro la ventana, al fin y al
cabo, aún no es mi hora. Deslizo mi espalda por la pared hasta
llegar al suelo. Entonces, estallo. Mas, no estoy sola, mis demonios
me acompañan en este mar de sufrimiento.
FUNDAMENTOS de Julia
Ventura Acevedo
Sus
pies golpeaban el suelo al ritmo del reloj de pared, que le alertaba
de que la luna había llegado al número doce y ya no tenía que
esperar más minutos para situarse en lo alto del cielo. Volvió a
ponerse la capucha con los insultos entre dientes, después de que un
policía se la hubiese quitado antes de llevarla a comisaría, y le
pegó una patada a la silla de al lado. Fue solo un toque, un impulso
de rabia, lo que puso nerviosa a la señora de la otra esquina. Esta
soltó una exclamación fingida, más por llamar la atención que por
indignación moral, y susurró: ¡Fuerte fundamento!
La chica de la
capucha rio. Fundamentos. Que se lo dijeran a ella, que había
acabado detenida solo por levantar un cartel violeta con la palabra
“libertad”.